En el 2015, marzo para ser exacto, en una excursión al río subterráneo de San Jerónimo, un compañero de aventura fue arrastrado por la corriente del río, después de lograr salvar a su prima de ser llevada por la corriente, por lo que quedó atrapado bajo el río durante 6 días.

Gracias a los diversos grupos de rescate, después de estar él casi una semana bajo el agua, pudo ser encontrado con vida, saliendo en propio pie de la gruta. Aquí la crónica de como me tocó vivir aquella experiencia.

En el 2015 una publicación en Facebook se invitaba abiertamente para recorrer uno de los ríos de las grutas de Cacahuamilpa en el estado de Guerrero. Anteriormente años atrás, mi hermana había recorrido el Chontacoatlán con su grupo alpino, por todo lo que me platicó, se antojaba hacer el recorrido no importando terminar todo enlodado, pero la experiencia de caminar por unas grutas sobre el agua en plena obscuridad contagiaba el deseo de hacerlo.

Desde que leí cada una de las líneas de la novela de Julio Verne “Viaje al centro de la tierra”, siempre quise caminar por grutas y tratar de ver un poco lo que hay bajo la superficie terrestre y palpar de cerca esas formaciones rocosas, ríos subterráneos, paredes, estalactitas, estalagmitas, y todo ese mundo que se encuentra bajo la superficie de nuestro planeta.

El recorrido sería en uno de los ríos de las grutas de Cacahuamilpa, el río San Jerónimo. Este río  se origina en el pueblo de San Pedro Zictepec, Estado de México y pasa por el pueblo de San Jerónimo donde obtiene el nombre el río. Este río se un con el otro río subterráneo de Chontalcoatlan en las grutas de Cacahumilpa y forman el río Amacuzac.

Todo indicaba que sería una grata experiencia sin mayores aspavientos, por lo que sabía, era temporada de estiaje, el río teóricamente tendría poca corriente y la mayor parte del recorrido habría que caminarla con el agua hasta las rodillas a lo mucho o en casos extremos nadar unas pozas que no requerían mayor destreza, sumando que era necesario llevar chaleco salvavidas por lo que no habría tanto de que preocuparse, además por que nos habían comentado que el río no tendría mucha corriente.

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Dormí solo tres horas antes de partir, tenía pendientes de trabajo por terminar y hasta que terminé de configurar un par de servidores de comunicaciones de algunos clientes pude irme a dormir, apurado me desperté aunque tenía ganas de seguir durmiendo, me paré a las 7:00 a.m. Mi mochila la tenía preparada desde la noche anterior, así que me di una ducha rápida y me fui listo para la acción con un short, una camiseta, un chaleco, unos tenis y la gorra, en la mochila llevaba lo necesario para la travesía: un cambio de ropa, otros tenis, mis audífonos, la cámara con un lente angular adicional, una batería de repuesto, una bolsa seca para mantener el equipo seguro al atravesar las pozas, lámpara de led con baterías nuevas, vendas, protector solar, las gafas y un impermeable, no era necesario algo más.
09:15 a.m. estaba en el lugar de partida.
A las 10.00 a.m. ya todos abordo en el autobús partíamos emocionados a esta aventura que muy pocos de los asistentes ya lo habían vivido alguna vez y solo dos o tres ya tenían idea de lo que nos esperaba en el río San Jerónimo.
Éramos un grupo heterogéneo, muchos eramos conocidos de los senderos trepando cerros, pero nula experiencia en terrenos acuáticos. Desparramábamos algarabía dentro del autobús, chavas, chavos, mujeres y hombres de edad adulta, algunos incluso ya rebasando “el tostón”, pero la edad ni el género tenían la mayor importancia, cuando la actitud es tan jovial como el ímpetu por vivir, la edad pasa a ser solo algo estadístico.
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13:00 horas en punto estábamos en el mercado de Cacahuamilpa, la predicción exacta de la hora llegada indicada por el guía nos sorprendió.
La idea era comer ahí, para tener suficientes energías, pues el plan sería entrar por la tarde al río, caminar durante la noche la mitad de la gruta, acampar unas horas en algún banco de arena y al día siguiente continuar el recorrido para salir al amanecer del día siguiente del río.
Se planeaba hacer un recorrido total máximo de doce horas, por lo que había que ir bien alimentados pues saldríamos hasta el día siguiente. Nadie escatimó en la alimentación, algunos disfrutando de un pollo frito, algunos más una milanesa, un pozole o hasta unas enchiladas y chilaquiles, con una rica agua de Jamaica, todos se olvidaron de la dieta y satisfacieron el antojo dándole mayor gusto al paladar. Se respiraba un aire de tranquilidad y buena vibra, parecía que el buen sabor de la comida deleitaba también el buen ambiente que ahí se vivía.
Al estar ahí comiendo, otro aventurero se nos unió, llegó desde Toluca directamente a Cacahuamilpa, por lo que escuché llevaba rato esperándonos, había sido invitado por su prima, una compañera de aventura que venía con nosotros en el autobús, más tarde me enteré de su nombre, Gregorio.
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Después de los sagrados y necesarios alimentos, cada quien comenzó a rentar lo que necesitaba para la travesía como chalecos salvavidas, casco, mochibotes o lámparas.
Los mochibotes son botes cilíndricos de plástico o cubos rectangulares de metal como los que usan los albañiles para acarrear la mezcla, que en este caso sirven para llevar las cosas de una forma segura sellándolos con un aro o con cera de campeche, de tal manera que no permitan que se mojen lo que ahí dentro se lleve, como comida, cambio de ropa, manta para dormir, equipos electrónicos, etc. Es toda una tradición en Cacahuamilpa llevar los mochibotes, que data desde hace varias décadas cuando no había equipos esepciales y los trepacerros de esos tiempos improvisaban botes secos, los mochibotes eran algo así como ir a Xochimilco y subirse a una trajinera en vez de recorrerlo en un bote con motor.
Yo solo renté un chaleco salvavidas, llevaba el casco que uso para las montañas, mi lámpara al ser de led, las pilas pueden durarme hasta 30 horas continuas de uso, contrario a una lámpara de halógeno que unas baterías pueden durar unas 4 o 5 horas, aunque la iluminación es más potente con una lámpara de halógeno que con una de led; en vez de mochibote llevaría mi bolsa seca de 10lts, no es muy grande pero solo llevaría ahí un litro de agua, una pepsi, un dulce tradicional de leche con nuez que vendían las señoras del lugar, unas galletas, mi cámara, unas calcetas y una playera para usarla al acampar; en el portaequipaje del autobús dejaría la mochila, los audífonos, otros tenis y una muda de ropa para cambiármela al salir del recorrido, mi cartera, el impermeable y mi celular.
Todos estábamos listos al pié del autobús, mientras disfrutábamos una nieve al esperar que el guía anunciara la partida.
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A las 16:30 horas abordábamos el autobús, este nos llevaría hasta la vereda, donde habría que bajar caminando un par de kilómetros entre rocas y paisajes de selva alta, para llegar a la boca de la gruta donde comenzaríamos el recorrido.
17:00 horas llegábamos a la vereda, en el asiento del autobús dejaba mi chaleco y un libro, abajo en el portaequipaje dejaría mi mochila, solo llevaría la bolsa seca, mi idea era ir ligero para no tener complicaciones en los tramos angostos del río y evitar que algo me obstruyera en caso de algún peligro, quería mantenerme “ágil” para maniobrar en caso dado.
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Pagamos 25 pesos a los comuneros de Cacahuamilpa para que nos permitieran el acceso, ahí un hombre con la piel tostada tejía un sombrero de palma.
Todos ya estaban preparados, el autobús nos dejaba y retornaba al mercado de Cacahuamilpa, donde nos esperaría al terminar la ruta para emprender el regreso.
Después de unas breves instrucciones, el guía nos indicaba que había de caminar para llegar al río. Uno tras otro en fila descendían por la seca, angosta y agreste vereda, con un paisaje de selva alta, aunque por los calores de la temporada se notaba la sequía de las ramas y arbustos.
Yo era de los últimos, estaba a punto de unirme a la marcha, cuando escucho a un compañero preguntar de quien era una mochila que estaba ahí, en eso volteo y veo que es mi mochila, alguien al bajar sus cosas del portaequipaje del autobús también bajó mi mochila y no la volvió a subir, la dejó ahí tirada, en ese momento me saqué de onda y me sentí molesto ante el descuido de quien lo hubiera hecho, pero no había forma de dejarla, el autobús ya se había ido y ni para dejarla a los comuneros, no sabía ni donde vivían o si los vería a la salida, por lo que me tragué mi enojo y sin más remedio tuve que cargar con mi mochila, algo fuera del plan y no me gustaba, pero sé que en la montaña algo que cuenta es la actitud y estaba a punto de maldecir cuando recapacité y cambié el switch a positivo.
El bajar por aquella vereda fue tranquilo, tomando algunas fotos, el andar era lento y conforme íbamos bajando la vegetación iba cambiando, de un paisaje seco a un paisaje de vegetación más abundante con árboles más verdes y frondosos.
La vereda comenzaba a descender por las orillas de un arroyo seco, por lo que decidí salirme del camino y bajar entre las rocas del arroyo seco, mis rodillas empiezan a tener mejoría y lo sentía al ir saltando entre las grandes rocas, era más fácil y rápido bajar de tal forma que seguir el camino por la vereda al paso del grupo, eso me ayudó a disminuir la tensión por intentar algo que nunca había hecho.
Mientras nos íbamos acercando, cada vez era más fuerte el ruido de la corriente del río, ese sonido que parece una señal de interferencia, pero no es más que por la colisión del agua generada a su paso.
No era el único sonido notable en aquel descenso, entre los alrededores se escuchaba el ulular de un tecolote, no paraba de hacerlo y era de llamar la atención por la hora, apenas eran poco más de las cinco p.m. pocas veces había escuchado un Tecolote a esa hora, lo he escuchado ulular toda la noche en las faldas de la Sierra Negra o cuando me perdí con mi hermana en la sierra de Oaxaca y pasamos la noche en la montaña.
Después de cincuenta minutos de recorrido todo el grupo ya estábamos reunidos en la entrada del Río San Jerónimo, a 80 metros de la boca de la gruta.
No se hicieron esperar las primeras fotos, el río aunque no estaba muy crecido si mostraba cierta corriente y mi esperanza de tomar fotos dentro de la gruta se iba desvaneciendo, pues al principio cuando dijeron caminar en el río imaginé que las manos las tendría libres para cargar la cámara y capturar esos momentos dentro de la gruta, pero por la corriente del río si ocuparía las manos para agarrarme de una roca o poder equilibrarme al ir avanzado dentro del río, me arrepentí de no comprar una bolsa impermeable especial para la cámara o adquirir una cámara de acción más ligera contra agua y caídas.
Le di un sorbo al agua que llevaba, al no tener en planes llevar la mochila, tuve que hacer unos ajustes para tratar de mantener a salvo en la bolsa seca la cámara, el lente, la batería, el celular, los audífonos, el dinero, la ropa de cambio, las galletas y el dulce, en la mochila aunque se mojaran, llevaría los tenis, el agua, la soda y el impermeable.
En ese momento nadie deseaba meterse al agua aún, todos caminaban entre las rocas para admirar el paisaje y tomarse las primeras fotos del recorrido.
El guía llamó a todos, se paró sobre una roca, nosotros alrededor de él para escucharlo aunque el ensordecedor sonido del río nos hacía pedirle más de una vez que repitiera lo que decía, comenzaba a dar las indicaciones y el plan del trayecto.
El plan sería avanzar la mitad de la gruta, comentándonos que la gruta tiene una distancia total de 12 km, acampar en un banco de arena y al día siguiente continuar la otra parte de la gruta. Todo sonaba fácil, hasta que más serio dijo que ahí cada año al menos había un muerto, pero que nada sucedería si seguíamos sus indicaciones, en ese momento los rostros relajados algunos hasta sonrientes empezaron a mostrar tensión, incluso yo me puse nervioso deseando no ser parte de esa estadística.
Las indicaciones básicamente fueron ir en fila uno tras otro sin querer rebasar; no nadar en crol lo preferible era hacerlo en forma de escuadra con los pies al frente, esto ya que al haber muchas rocas bajo el agua, es más fácil sentirlas con los pies y así evitar darse un golpe, golpearse pasaría solo si se nadara con la cabeza al frente; en los tramos donde se caminara sobre el río, hacerlo con cuidado pues habría algunas rocas muy resbalosas; en las pozas habría que seguir el recorrido del guía uno por uno, y no nadar en paralelo pues podría adentrase a una zona de corriente, haciéndolo de preferencia a la pared del lado opuesto donde iría la corriente; en los tramos donde se caminara sobre rocas, hacerlo con cuidado para no tropezar, resbalarse o caerse; habría que usar calcetas, debido a la cantidad de arena que pudiera meterse al zapato para evitar ampollas; hidratarse constantemente; consumir dulces cada que sea posible ya que al entrar y salir del agua constantemente, el cuerpo al tratar de recuperar la temperatura consume energías por lo que era necesario tener calorías necesarias, por eso mi comida eran energéticos y llevaba galletas, una pepsi y el dulce de leche con nuez como calorías; ponerse el salvavidas era algo obligatorio aunque fueran expertos nadadores; y la última indicación fue que nadie iría adelante del guía ni tampoco nadie quedaría atrás del retaguardia.
Ya todos con chalecos salvavidas puestos, cascos y lámparas ajustados, mochilas o mochibotes comenzábamos a enumerarnos, me tocó el 16 de un total de 49 participantes, la idea era enfilarnos y caminar en ese orden, aunque al final si caminamos en fila pero no en el orden enumerado y como siempre me quedé con los últimos.
Mientras estábamos ahí otro grupo de unas quince personas llegaban al río. Nosotros comenzamos a caminar los primeros metros y poco a poco la corriente del río nos obligaba a tomar la postura que nos había indicado el guía llevando los pies por delante, mi poca experiencia me costó los primeros golpes en las rodillas pero poco a poco fui aprendiendo la postura, la corriente nos fue adentrando hacia la gruta, y la efímera luz de la tarde poco a poco iba quedándose atrás y el reino obscuro de la gruta comenzaba a imperar, hasta que después de pocos minutos llegamos a la primera poza, ahí nos reagrupamos, mientras dejábamos pasar al otro grupo que venía avanzando con mayor rapidez.

Continuamos el recorrido hasta llegar al primer tramo donde pudimos caminar sobre arena y rocas, desde ahí se alcanzaba a ver el hueco de la gruta que mostraba la desvanecida tarde convertida en azul tenue que indicaba que la noche se aproximaba en el exterior. No dudé en sacar mi cámara de la bolsa seca y tratar de capturar ese momento único en mi vida, cuándo voltee a ver tal momento, me quedé sin palabras, en ese momento le dije a un compañero que volteara, sin duda son  esos momentos que nunca se borran de la memoria.

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Nuestra presencia ahí no pasó desapercibida para los murciélagos, que su chillido comenzó a resonar en la entrada de las grutas, ahí el guía nos dio otra recomendación que se le había olvidado: No agarrarse de las rocas, pues el guano o excremento de los murciélagos es tóxico para el humano, pues el excremento de los murciélagos llega a ocasionar problemas respiratorios en los humanos que pueden conducir hasta una neumonía y ser fatal.
Pero por las recochinas dudas, el avanzar entre la arena y rocas fue tratando de hacerlo con equilibrio para no agarrar el excremento de los murciélagos que se esparcían entre las rocas.
El avanzar se hizo nadando en pozas donde la corriente nos llevaba y caminando en tramos de roca y arena, el grupo poco a poco se iba separando, aunque no era de complejidad los primeros tramos, la inexperiencia de muchos de caminar entre rocas iba alentando al grupo.
La gruta era completamente obscura, las lámparas a lo lejos divisaban el andar del grupo pero si estuvieran apagadas habría una completa obscuridad.
El agua se sentía tibia a pesar que el San Jerónimo es un río que su afluente que surge en las faldas del Nevado de Toluca, afuera la temperatura era de 16 grados por lo que marcaba mi reloj.
El recorrido seguía por pozas de nado tranquilo, en tramos donde la corriente comenzaba arreciar había que ir con cuidado con los pies por delante dejándonos llevar, a veces dándonos tremendos golpes en las rodillas, espinillas o tobillos por la rocas bajo el río y en algunos otros puntos cuando la corriente aumentaba era ir agarrándonos de la pared de la cueva, poco a poco impulsarse y con las yemas de los dedos sostenerse del primer hueco que tuviera la pared de la gruta para no adentrarse a la zona de corriente y mantenerse en zona segura.
Era un respiro cuando salíamos del agua y caminar sobre arena y rocas, al menos ahí por más que hubiera que escalar, saltar o dejarse resbalar entre las rocas, para mi era más fácil que estar en el agua.
En uno de esos tramos de arena, el guía espero al resto del grupo el cuál llevaba hasta media hora de retraso, ahí nos comentó que íbamos extremadamente lentos, si seguíamos a ese paso haríamos más de seis horas para llegar a la mitad del trayecto, por lo que sugirió que el grupo se dividiera en dos, quienes pudieran andar más rápido y quienes fueran despacio, para esto preguntó quien conocía las grutas para que condujera al grupo que avanzaba más lento, una chica alzó la mano pero comentó que había recorrido una vez el SanJe pero no conocía la ruta para conducir a un grupo.
Ante esto, el grupo se negó y pidió que fuera un solo grupo, el guía aceptó solicitando que avanzaran en fila moviéndose lo más rápido que pudieran para no atrasar al grupo. Esto generó mayor nerviosismo y a la postre poco a poco fue separándose el grupo, pues lo que originalmente se había indicado de caminar en fila, se fue haciendo con base a la pericia de cada quien y poco a poco el grupo se fue alargando más, haciéndose grupitos de 3 a 5 personas, habiendo espacios entre esos grupos que se iban separando de los otros por más de 10 metros.
El andar continuó entre pozas, deslizándose con la corriente, y tramos rocosos.
En uno de esos tramos de roca, había que estirar la pierna para ir de una roca a otra; un compañero que iba atrás de mi no midió la caída y en vez de poner su pie sobre la otra roca, la dejó ir en un hueco y cayó en secó, el sonido del golpe fue tremendo que voltee enseguida y lo vi tirado, pensé que se había roto la cabeza o fracturado algo, afortunadamente se levantó inmediatamente, se quejaba de la mano y las costillas, le pregunté si podía respirar y torcer el cuerpo, por fortuna para él solo fue el golpe, el chaleco salvavidas amortiguó el golpe al cuerpo, pero si tuvo una lesión en la mano, afortunadamente llevaba una venda en la mochila que se la di, también por fortuna atrás de él venía un compañero quien es cirujano, rápido le vendó la mano y así continuó el trayecto con dolor en mano, aunque ya no tuvo la misma facilidad para trepar las rocas.
Aquellas grutas eran impresionantes, la falta de luz impedía ver su magnitud y lo espectaculares que son, pero con la poca luz de las lámparas que llevábamos se alcanzaban a ver las grandes paredes que llegaban a medir más de 60 metros de altura de aquellas cuevas kársticas, el techo tenía unas grandes bóvedas de piedra caliza, al iluminarlas parecía verse un cielo rayado, pero era por la formación rocosa de la caverna en la cuál se mezclaban diversos tipos de rocas, eso hacía que el techo de aquellas grutas se vieran impresionantes.
El ancho de las grutas en tramos iba desde los 10 metros y se extendía hasta 40 o 50 metros en algunas partes.
Algunas paredes tenían formaciones rocosas envidiables de canteras de mármol, aunque la mayor parte formada por estalactitas de roca caliza, y al caminar dentro de aquellas grutas hacía que muchas ideas esquizofrénicas pasaran por mi cabeza, por ejemplo que pasaría si en ese momento un temblor azotara la región sísmica de guerrero o si una lluvia torrencial inundara el lugar, pero la complejidad del andar me regresaba a mi concentración para dar mi siguiente paso y me olvidaba temporalmente de esas vagas ideas. No lograba imaginar a detalle como se habían formado esas grutas de Cacahuamilpa, cuantos millones de años la erosión del agua había generados esas grutas.
Habían pasado ya dos horas desde que comenzamos el trayecto, poco a poco la corriente iba creciendo y la complejidad del recorrido iba aumentando.
Después de nadar por una poza, en medio del río había estalagmitas que son formaciones rocosas que se atravesaban y había que cruzarlas, ahí la caída del agua generaba de un par de metros donde había que caer a la siguiente poza, pero con una profundidad de 3 metros aproximadamente, la idea era deslizarse por la roca, agarrarse de un tronco de un árbol que ahí atravesaba, que había llegado hasta ahi por la corriente en los tiempos de lluvia y caer en la poza para seguir nadando, pero al intentar caer a la poza resbalé del tronco y la caída del agua me hundió la cabeza, mis pies quedaron hacia arriba y mi cabeza se iba sumergiendo, reaccioné rápido y como pude alcé la mano derecha y con las yemas de los dedos me impulsé del tronco y pude sacar a flote la cabeza, un pequeño susto que sucedió en un par de segundos que me volvió a la vida pero al mismo tiempo aumentó mi nerviosismo.
Un compañero que venía atrás de mi, se me quedó viendo y me preguntó si estaba bien, el había visto como me hundí pero me comentó que no podía hacer nada pues estaba esperando a que pasara ese tramo para el deslizarse de la roca hacia la poza.
La caída del agua hacía que la corriente del río aumentara, por lo que había que ir nadando agarrándose de la pared interna de la gruta, en sentido contrario a donde iba la corriente, el espacio de nado tranquilo en el río era de unos dos a tres metros y de ahí el resto era el paso del río con mayor corriente, la anchura de ese tramo era como el ancho de una cancha de basquetbol, por lo que había que ir con cuidado para no entrar a la zona de corriente, para un experto quizá esto sea de risa, pero cuando eres novato sin experiencia y es tu primera vez explorando un lugar nunca andado, es algo de sumo nerviosismo que requiere temple para mantener el nervio quieto y no hacer tonterías.
Así nos íbamos deslizando entre las paredes de la caverna y nadando por aquellas pozas, uno tras otro.
Después del inquietante avance, al salir del agua y trepar por un tramo rocoso, oigo a lo lejos voces, en ese momento pensé que eran compañeros disfrutando del “chapoteadero”, hasta me incomodó pues para mi era un tramo donde me aferraba con los dedos a la pared, lo hacía con pincitas y sus gritos me ponían más nervioso, pero los gritos no cesaban, la obscuridad impedía ver más allá de unos metros de iluminación que daba la lámpara, entre más me acercaba nadando más fuerte se oían los gritos y ya no los percibía como gritos de algarabía si no de desesperación, mis pies ya tocaban fondo, miro a los compañeros que iban a un lado mío sacados de onda preguntándonos que pasaba, pensé que algún animal o insecto les había picado, pero estaba en esa confusión cuando de repente escuchó una voz que se iba recorriendo para que nos detuviéramos, enseguida vuelvo a escuchar una voz que nos indicaba que nos agarráramos en cadena de las manos. Trataba de imaginar que estaba pensando, los gritos eran de chicas, en eso vuelvo a escuchar ¡La cuerda! ¡La cuerda!, ¡Pasen la cuerda!, nuestra reacción inmediata fue recorrer aquella petición y sin saber exactamente que pasaba se contagió la desesperación.

El retaguardia venía hasta atrás guiando a varias chicas, venía cuidándolas y para ello lo hacía con una cuerda para llevarlas con cuidado, aunque era más lento también era más seguro.

La voz de la petición de la cuerda se desplegó rápidamente a través del segregado grupo, que con desesperación pedíamos la cuerda y después de unos eternos tres minutos, de mano en mano se pasó hasta donde la solicitaban.
Poco podía ver con la lámpara, pero al parecer dos chicas estaban aferradas a una roca, y un compañero ya había bajado a rescatarlas, la cadena de manos fue para intentar rescatar a una de ellas y la cuerda era para rescatar a la otra que estaba en una condición más complicada apañada a una roca que sobresalía en medio de la corriente del río.
Seguimos avanzando hasta tocar suelo firme, el guía y otros compañeros que iban adelante aun seguían en el rescate de una de las chicas, otra de ellas ya estaba a salvo, pero suplicaba que ayudaran a su primo, al parecer la corriente del río lo había jalado.
En esa parte la anchura de la gruta se reducía a poco menos de diez metros, lo que hacía que la corriente del río en el lado izquierdo fuera mayor, solo había que ir por el  lado derecho bordeando la caverna un espacio escaso de dos metros donde se podía flotar con cierta seguridad, pero entrando al umbral de la corriente se volvía más complejo por lo angosto del lugar lo que aumentaba por la corriente del río, el llevar el chaleco salvavidas y un mochibote en algunos casos, hacía más fácil ser arrastrado por la corriente y más difícil de nadar en contra de ella.
Una chica que ya estaba en aquellas rocas, desde arriba decía, ¡Ayúdenlo! ¡Ayúdenlo!
Comentaba que había visto como la corriente se llevaba a alguien y lo distinguía por la luminosidad de su lámpara que lo vio pasar rápidamente entre la corriente del río llevándolo hacia un sifón.
Al parecer, una de las chicas que caminaba bordeando la caverna, dio un resbalón y por efecto del resbalón fue impulsada hacia la corriente, su primo quien venía atrás de ella al ver lo que le pasaba, sin pensarlo ni medir consecuencias se aventó para salvarla, empujándola hacia una roca, pero al hacer esto, la reacción le hizo perder el equilibrio y lo abalanzó hacia la corriente.
Una compañera, quien también había perdido el equilibrio estaba siendo jalada por la corriente, pero pudo sostenerse de una de las rocas, mientras la otra chica quien había sido salvada por su primo también se agarraba, pero decía que ya no resistía y que estaba a punto de soltarse, afortunadamente los guías punteros rescataron a tiempo a las dos chicas.
En cuanto pude estar en roca firme, no podía dar crédito a lo que pasaba, algo estaba pasando que no había sido contemplado en el guion de esta aventura, había consternación, y poco a poco fueron llegando los demás compañeros del grupo, no sabíamos en ese momento que pasaba, estaban al rescate de una compañera, y más abajo ya había algunos compañeros con sus lámparas recorriendo la cueva.
En cuanto llegó uno de los retaguardias y de mucha más experiencia, se unió a la búsqueda junto con los más experimentados nadadores del grupo.
Desde arriba observaba como se formaba el sifón, era una caída como de varios metros que se extendía a través de unas rocas enormes, una grieta muy angosta de un par de metros era el único paso del agua para desembocar más abajo, lo que hacía que fuera más brusco el paso de la corriente.
La compañera me comentaba que desde ahí vio una lámpara arrastrada por el agua y que le perdió la vista al entrar al sifón.
Eran las 08:40 p.m., había mucha consternación, no daba crédito a lo que pasaba, del otro lado se oían los gritos de los compañeros que hacían la búsqueda, las lámparas de ellos moviéndose de un lado a otro, algunos trepados en rocas para tener un mayor panorama, otros tratando de descender al río para buscar.
Uno de los retaguardias fue siguiendo el río más abajo para ver si encontraba algo, pasaron casi dos horas, la temperatura iba descendiendo, había mucho nerviosismo, más tarde contó que solo había encontrado un par de pertenencias de Goyo, pero ningún rastro de él.
Eran ya casi las 11:00 p.m. el guía nos dice que no podíamos quedarnos para acampar ahí, ya que por las rocas era complicado hacerlo, caminaríamos doscientos metros más para acampar en un banco de arena ubicado más adelante. Todos íbamos nerviosos, abajo la gruta se ensanchaba y por ende la profundidad del río disminuía al dispersarse el agua que apenas nos llegaba a las rodillas, en ese momento pensé que si el compañero hubiera pasado del sifón ahí lo hubiéramos encontrado, pero no, a mi parecer quedó atrapado en el fondo del sifón, quizá su mochibote lo hizo atorarse entre las rocas y quedar atorado en la profundidad del sifón, de verdad  en este momento que escribo esto, espero estar equivocado y tengo las esperanzas de que el compañero sea encontrado, no soy religioso, ni creo en un Dios, pero si un milagro ocurriera dejaría mi vida mundana porque este hombre permaneciera con vida y yo como agradecimiento -aquí me detengo un instante para reflexionar si lo que voy a decir lo cumpliría y, si así lo haría- brindaría parte de mi vida para transmitir la voz de quien obre el milagro.
11:30p.m. estábamos ya acampando, había un silencio en cada mirada, la obscuridad de la cueva hacía más notorio aquel movimiento de sombras que se dibujaban a través de las velas que cada quien ponía para iluminar su espacio, era recomendable usar velas en vez de sus lámparas para evitar el desgaste de sus pilas en caso que fueran lámparas halógenas. Yo llevaba una luz química, estas producen luz al quebrarlas, duran hasta más de 12 horas, incluso iluminan bajo el agua, por lo que son muy prácticas para usarlas en este tipo de aventuras.
Saqué las cosas de la mochila, le di un sorbo al refresco mientras abría la bolsa seca para sacar la ropa y ponerme una playera de compresión, un short y unas calcetas secas, pero al momento de abrir la bolsa seca, noto que estaba inundado de agua, se había mojado la cámara, la pila, mis audífonos, el celular, la ropa, el dulce de leche con nuez ¡Todo! Solo una lata de atún que llevaba y las galletas se habían conservado pues su empaque las sellaba. Entonces ahí doy y entiendo el porqué pasó esto, al principio cuando saqué la cámara para tomar fotos de la entrada a la gruta, al volverla a meter, no saqué el aire de la bolsa seca, entonces durante el recorrido al deslizarme con la mochila en la espalda entre las rocas y el agua, hizo que el aire fuera abriendo la bolsa y por ende entrarle agua.
No me quedó más opción que quitarme los tenis mojados, las calcetas, la playera y quedarme solo con el short.
El reloj marcaba 12 grados centígrados, no sentía frío en ese instante.
Mi plan original era pasar la noche con calcetas y el cambio de ropa seca, pues habían dicho que adentro no se sentía mucho frío y bastaba una manta para cubrirse. Saqué de la mochila el impermeable, que ya en ocasión anterior me había abrigado en la montaña ante la falta de equipo, lo exprimí y estuve sacudiéndolo hasta que más o menos se fue secando. Lo tendí en un espacio posible, agarrando como almohada una roca, mientras veía a los otros compañeros sacar de sus mochibotes su ropa seca, algunos hasta sleeping y almohadas inflables llevaban y con ganas de ir a pedirles prestada una playera, no me arrepentí de ir ligero, pero no niego que si los envidié.
Medio húmedo el impermeable me acosté encima de él, físicamente no estaba cansado, pero quería sentir algo abrigador por un instante, el poco dormitar de la noche anterior me solicitaba dormir, pero no podía hacerlo, mil cosas pasaban por mi cabeza, mi cuerpo comenzaba a enfriarse y la falta de calorías me solicitaban energéticos, me comí algunas galletas y le di otro sorbo a la pepsi, quería comerme el dulce de leche, pero estaba empapado además que las aguas del San Jerónimo para nada son potables, por lo que no sería recomendable darle una mordida a ese dulce, salvo por las posibles consecuencias gastrointestinales.
Casi a la una de la mañana vi llegar al campamento a los algunos de los compañeros que se habían quedado a buscar al compañero Goyo, no había noticias del compañero.

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El ruido del río cada vez era más intenso, no sé si por la quietud de los compañeros que ya descansaban o por mi mente que no podía evadir la intimidante presencia del río.

A lo lejos veía el campamento de la chica, la prima de la persona que se había perdido en el río, era el único campamento con luz aún prendida, quien estaba siendo acompañada por sus cuatro amigos; a lado izquierdo pegado a la gruta veía entre sombras al guía platicando con otros compañeros, creo que toda esa noche no durmió, siempre lo vi hincado; frente a mi estaban tres compañeros platicando; al no poder dormir me paré y me uní a su círculo, bebían algo que en un principio me supo a té verde por lo amargo, pero era mezcal de Oaxaca traído por el paisano Jonathan M.

Mientras estaba con ellos ahí sentado, siento una hinchazón en mi tobillo izquierdo, al tocarlo siento un dolor, deseaba que fuera por un golpe y no por la mordida de una araña u otro insecto de esa gruta, pues por experiencia el veneno de una araña que me mordió hace años me dejó casi un mes sin poder caminar.

Estábamos consternados, una chica quien era de las que casi era arrastrada por la corriente nos platicaba como sucedió aquel súbito instante de peligro, mientras un compañero nos comentaba que un grupo que nos había rebasado con muchas horas de anticipación estaba acampando a unos metros de nosotros, eso me sorprendió, pues imaginaba que los dos grupos que nos habían rebasado ya estaban mucho más adelante de la gruta o incluso que ya hasta habían salido. Por lo que me dio a entender que algo no estaba bien ahí dentro, quizá la corriente del río había aumentado que por ello decidieron acampar antes de tiempo, no lo sé, pero muchas cosas pasaban por mi cabeza.

Uno de los guías nos comentó que era aconsejable acampar antes de las diez u once de la noche, pues más tarde el agua que desciende del Nevado de Toluca comenzaba a enfriarse aún más por lo que podía provocarnos una hipotermia, por lo que solo era recomendable estar en el río entre las siete u ocho de la mañana hasta las diez u once de la noche a lo mucho.

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Poco más de la una de la mañana, los que estábamos ahí reunidos decidimos ir a dormir un rato, yo sentía ya algo de frío, pero tenía fe en que el impermeable podría auxiliarme. El short no se secaba por lo que decidí quitármelo y dormir solo en calzones, el impermeable térmico me fue de mucha ayuda, solo de un extremo se colaba algo de frío y eso me hacía temblar, aunque mi costumbre de bañarme con agua fría todos los días es un modo de entrenamiento que me ayudó a sobrellevar aquel instante, solo había un detalle, al arquear los pies sentía ciertos calambres, pocas veces los he sentido, quizá se produjeron por los cambios de temperatura, la falta de hidratación, el haber estado mucho tiempo en el agua, no sé.

No sé hasta en que momento pude conciliar el sueño, la última vez que miré mi reloj marcaba las 04:00 a.m. y aún no podía dormir; la cera de las velas de los vecinos ya se habían consumido.

Mi mente no dejaba de pensar en el suceso, en ese momento no sabía si yo saldría vivo de ahí, no sabía si mis pensamientos podría narrarlos algún día como siempre lo hago, dejaba de tener importancia lo material que se me había dañado con el agua; no sabía si alguien más con los que había platicado no saldría con nosotros; me preguntaba como las chicas saldrían de ahí, pues era un lugar agreste y hasta rudo para algunos en esas condiciones de nerviosismo, que requería fuerza, habilidad y agilidad para ir sorteando los obstáculos.

El ruido del agua sentía que incrementaba por ratos hasta pensaba que el rugido de un avión circundaba las cavernas; mi mente regresaba hacia el compañero extraviado y me dolía saber lo doloroso que sería para su familia si algo fatal fuera el resultado, deseaba que no tuviera familia para que no sintieran ese dolor por su pérdida, deseaba realmente que fuera un hombre soltero, no imaginaba como le dirían a su familia de su pérdida, no imaginaba el sentir de su prima, pero a lo lejos aún veía su campamento iluminado. No sé en que momento me venció la inconsciencia, pero ni en sueños pude evitar aquel indeseable momento, que entre sueños imaginaba que del agua salía el compañero todo mojado con su lámpara caminando escurriendo todo el agua del río, dirigiéndose hacia nosotros reclamándonos porqué no lo habíamos esperado.

Poco más de las 6:00 a.m. escucho que algunos ya se levantan, son el otro grupo que acampaba del otro lado, quienes ya se disponían a continuar su camino.

Yo sentía frío pero el sueño me abrigaba. A las 9:00 a.m. se oía el silbato del guía y el atecocolli de uno de los compañeros, la indicación era levantarse para seguir el recorrido.

Por el modo austero en que estaba, no me costó trabajo empacar, me puse las calcetas largas que llevaba, y me quité la playera sin manga para ponerme la playera de compresión. Algunos compañeros tardaron mucho en terminar de guardar sus cosas. Comí las últimas galletas que tenía, bebí agua, le di un sorbo al refresco e hice unos movimientos de calentamiento.

Era un sentimiento raro, saber que eran ya las nueve de la mañana aunque todo a nuestro alrededor era obscuridad total, la sensación del eclipse lunar de 1991 vino a mi mente.

El guía nos reunió, trató de tranquilizarnos, explicarnos el tramo que nos faltaba, y las indicaciones a seguir para no correr riesgos, pues lo difícil apenas venía y había que hacerlo con cuidado.
El nerviosismo se palpaba en el mirar de los compañeros, mientras dábamos los primeros pasos sobre el río oía una voz rezando, era la compañera que había perdido a su primo, no paraba de rezar el Ave María, sus oraciones iban acompañadas de las voces de sus amigos, sin ser religioso internamente me unía a sus oraciones y deseaba que mi incredulidad hacia los entes religiosos fuera equívoca y de verdad existieran esas fuerzas milagrosas que obran causas imposibles, deseaba estar equivocado y que la oración hiciera un milagro, quería extenderles mi mano para orar con ellos, en ese momento no sabía si hacerlo o mantenerme ajeno, pero los iba acompañando desde mis adentros.
El recorrido no fue fácil, nadando entre pozas, subiendo y bajando rocas, hasta que alcanzamos a otro grupo quien apenas terminaba de levantar su campamento, por lo que nos detuvimos para que avanzaran su camino.
Más adelante vimos que demoraban en su avance, lámparas iban y venían hasta que después de media hora continuaron y se perdieron entre la obscuridad. Nosotros continuamos, cruzamos una poza, subimos entre rocas hasta llegar a un punto donde el guía nos pidió que nos detuviéramos. Ahí pude ver porque el grupo de adelante se detuvo, había una pared rocosa como de cuatro metros de las rocas al río, solo había dos formas de bajar: a través de una escalera improvisada por un grupo de rescatistas hace tiempo, la cuál estaba hecha de tubos de PVC como escalones y cuerdas, la otra forma era destrepar entre una grieta de la roca.
Por lo que los guías comenzaron a improvisar un sistema de seguridad para bajar a las chicas, por lo cuál a través de cuerdas y mosquetones implementaron una cuerda de seguridad, para que al bajar las las escaleras lo hicieran con seguridad, esto ante el nerviosismo que a todos nos invadía y que hacía que el avance fuera mucho más lento.
Abajo compañeros recibían las mochilas que bajaban con una cuerda y otros ayudaban a las chicas a dar el último paso que separaba un metro de la escalera al piso. Aquel descenso era muy lento. Yo veía la otra ruta de bajada por las rocas pero no me animaba, en otras circunstancias lo haría sin pensarlo y no hubiera tardado más de un minuto en hacerlo, pero el nervio me invadía, no quería salirme de los lineamientos indicados por el guía y cometer una estupidez.
Mientras pensaba si bajar o no, veía al compañero de adelante y me sorprendía que su cuerpo mostrara evaporación, producto de que su cuerpo trataba de equilibrar el frío aumentando la temperatura corporal.
Seguía con mi idea de bajar por la roca, le daba vueltas a ese descenso, después de casi media hora pensando y viendo aquel descenso entre las rocas, por fin me decido hacerlo, así que faltando tres compañeros para bajar por la escalera antes que yo, me animo hacerlo, lo hice por un motivo, vencer mis nervios y recuperar la confianza, pues sabía que se venían tramos difíciles y necesitaba volver a recuperar la confianza y el temple.
El primer paso era el difícil, romper el miedo de no caer a cuatro metros, no sería una caída mortal pero si muy dolorosa o de fractura en el peor de los casos, pero el reto solo era bajar a la primera roca, de ahí ya solo era destrepar sobre la pared y cualquier hendidura sería buen punto de apoyo para llegar abajo. Lo hice y en menos de un minuto ya estaba abajo. Ayudé a acarrear las mochilas que estaban bajando. Aun faltaba más de la mitad del grupo en descender. Compañeros que ya habían bajado, más adelante ya habían puesto lumbre, con ramas que la corriente alguna vez condujo hasta ahí.
No quise ponerme junto a la lumbre, pues quizá calentar el cuerpo y luego volver a sumergirlo sería contraproducente, tomé las últimas gotas de la pepsi, me comí el atún que tenía con el miedo que el agua se hubiera filtrado en la lata, pues por lo que percaté ese río estaba ya contaminado, podría decir que hasta eran aguas negras, pues ahí era muy común ver llantas, pañales, botes de todo tipo, un basurero de todo lo que los arroyos traían de diversas poblaciones, quizá hasta desagües de letrinas, etc.
Poco más de dos horas nos tomó que todos bajaran aquella pared de roca hacia el cauce del río. Al ser un grupo grande, cualquier obstáculo aumentaba el tiempo del avance, pues había pasos complicados donde con agilidad los trepabas o bajabas en segundos, pero había compañeros que tardaban hasta cinco minutos y multiplicando eso por casi 50 personas, entonces nos llevó más tiempo de lo que le hubiera tomado a un grupo chico.
Continuamos con el recorrido, algunos tramos fáciles algunos tramos no tanto, pero ahí íbamos paso a paso, uno tras otro, manteniendo la calma y confiando en salir de ahí, no sabíamos cuanto nos faltaba ni que se nos venía, era ya más de medio día, extraña sensación que a esa hora todo estuviera obscuro, no importaba cuanto tiempo nos tomara salir solo queríamos avanzar.
Llegamos a un punto donde la angostura producida por una enorme roca que atravesaba la mitad del río, lo que provocaba una fuerte corriente en forma de embudo, por lo que los guías se organizaron para planear aquel avance.

La idea fue que algunos compañeros nadaran hacia el otro extremo del río ubicado detrás de la roca, hasta ahí llevarían la cuerda que extenderían desde donde estábamos, después cada quien nadaría agarrado de la cuerda, en caso que la corriente lo jalara, nadar bajo la cuerda, colocarse del otro lado, agarrar con la mano la cuerda y sujetarse como colgándose de la cuerda, caso contrario si se mantenía la misma posición de flote, con el paso de la corriente y la tensión de la cuerda podría ocurrir un hundimiento y ahogamiento en el peor de los casos.

En ese plan estábamos cuando vemos llegar a un grupo de rescatistas, no conté bien, pero me parece eran cuatro.
Eran ya casi las 14:00 p.m. vestían chaleco rojo con cintas luminiscentes de seguridad, bermudas negras, un casco con la palabra reflejante “Rescate” y una luz que se movía alrededor de su casco, como si las luces de una sirena de un cuerpo de seguridad se tratara, todos llevaban cuerdas atravesadas sobre sus hombros y uno de ellos llevaba una camilla de rescate color amarillo.
Cuando los vi llegar detrás de la roca, vi que cruzaban la corriente sin mayor cuidado, el agua les llegaba hasta las piernas y trepaban entre las rocas como si fueran cocodrilos. No les tomó ni un minuto en cruzar aquello que nos llevó largo rato ideando como hacerlo.
El líder del grupo de rescate, sin perder tiempo, se subió a una roca y nos llamó a todos, lo rodeamos y escuchamos lo que nos tenía que decir.
Primero nos comentó que en ese momento ya no éramos turistas, pasábamos a ser un grupo que tenía que tener la confianza para salir de ahí, lo primero que nos dijo fue que no usáramos las cuerdas, eso nos tomaría más tiempo, nos pidió que no le tuviéramos miedo a la corriente, no estaba fuerte y que no nos mataría, solo tener confianza y dejarnos llevar, el río no es tan malo como parece.
Caray, que fácil se escuchaba, pero para neófitos e inexpertos en ríos subterráneos como muchos de nosotros eso no parecía ser nada fácil.
Ellos nos comentaban que ya estábamos cerca de la salida, a dos horas máximo, ellos venían subiendo contra corriente y les había tomado solo hora y media en llegar hasta dónde estábamos.
Nos pidió que nos calmáramos, al mismo tiempo solicitó hablar con el guía y con algún conocido de la persona extraviada.
Al parecer uno de los retaguardias, la noche anterior al llegar al banco de arena donde acampamos, pidió al grupo que acampaba adelante de nosotros que avisaran a los rescatistas de la situación en que nos encontrábamos, por lo visto el otro grupo salió de la gruta como 12:00 o 13:00 pm. pudiendo avisar al grupo de rescate tan pronto pudo.
Después de que los rescatistas hablarn en privado con la prima del compañero perdido y con el guía de nuestra expedición, el guía de los rescatistas nuevamente se dirigió a nosotros y nos pidió cinco voluntarios para subir a buscar al compañero, en ese momento nadie se atrevía alzar la mano, solo tres compañeros levantaron la mano otro compañero también lo hizo pero después desistió al indica que no sabía nadar.
El rescatista insistió que faltaban dos más, que levantaran la mano o el los elegiría, fue un momento que puedo asegurar varios tragamos saliva, en mi caso si me hubieran elegido yo sería más un estorbo pues mi pericia en ríos subterráneos es nula, mucho menos en contracorriente, trepar rocas no me genera problema pero nadar en esas condiciones de obscuridad y corriente si me generaba dudas, tenía ganas de decir yo voy, pero al mismo tiempo mi inexperiencia me lo impedía ¡Caray! De esos momentos que sientes impotencia y me sentí tan inútil.
Un chico de 17 años, levantó la mano, pero su madre que también iba con él, ante el temor que algo le pasara a su hijo, dijo que su hijo era menor de edad y no consentía que se lo llevaran.
Después de cinco minutos que nadie levantó la mano, los rescatistas para evitar pérdida de tiempo decidieron ir con los tres valientes voluntarios. Los compañeros que llevaban aun víveres, les dieron dulces, comida, agua, etc., las mochilas de ellos fueron repartidas entre los compañeros del grupo.
Tal encuentro con los rescatistas no duró más de veinte minutos, así como llegaron se fueron con los compañeros voluntarios, perdiéndose la luz de sus lámparas yendo río arriba, trepando en contraflujo de la corriente.
La idea de los rescatistas era llegar hasta el lugar de los hechos, hacer la búsqueda y regresar antes de las siete de la noche. Nosotros seguíamos ahí en espera de cruzar aquella corriente y llegar al otro lado.

A pesar de la recomendación de los rescatistas de no hacerlo con cuerda, por la inseguridad que sentíamos todos y la falta de pericia, el guía puso la cuerda en un tramo complicado y la maniobra la fuimos llevando a cabo uno por uno, pues había que atravesar la corriente del río, para llegar al otro extremo, avanzar sobre la pared de roca hasta llegar a una zona segura. Varios compañeros pasaron sin problema, cuando de repente escucho los gritos de una compañera, quien al parecer había tenido una complicación en el cruce y pedía a gritos por favor que no la soltaran, eran sus nervios que le jugaban una mala pasada, afortunadamente no pasó a mayores y los compañeros pudieron sacarla a flote.

El cruce del río era hacerlo de frente agarrado de la cuerda, pasando la roca era girar en 180 grados dándole la espalda a la pared de la gruta, ahí un compañero nos jalaría para no irnos hacia la corriente y pegarnos a la cueva, de ahí era subir por las rocas y escalar un tramo para llegar a zona segura, tardamos largo rato ahí pero afortunadamente todos sanos y salvos, poco más de las tres p.m. ya estábamos todos del otro lado.
El guía nos comentaba que estábamos a punto de llegar a la mitad del recorrido, la otra mitad sería más fácil pues ya no había remolinos, rocas gigantes sobre el río, tampoco pozas profundas ni nadar con la corriente. Pero antes de eso, había que pasar el remolino, que era lo más difícil del recorrido.
Cerca de las 04:00 p.m. estábamos en la antesala del remolino, ahí era un laberinto de rocas, una de ellas de enorme proporciones tapaba lo que acontecía del otro lado, solo sabía que atrás de esa roca estaba el remolino, había que bordear aquella roca para llegar a una roca con forma de camello que su protuberancia salía en medio del río, de ahí era rodear otra roca y pegarse hacia la izquierda de la caverna, para luego ser auxiliado por un compañero y trepar sobre una pared resbalosa de la cuál un grupo de rescate antes había colocado una cuerda de acero, pero ahora solo pendía una cuerda, de ahí sería caminar poco menos de 8 metros sobre la resbalosa pared y llegar a zona segura.
Todo esto que enlisto no lo supe hasta que me tocó hacerlo.
Pasábamos en grupos de cinco en cinco, antes que me tocara estaba el grupo de los cinco amigos que iban juntos, a uno de ellos les tocaba ir con el grupo de cinco que tocaba, pero sus amigos le dijeron que esperara para que se fueran juntos y que alguien más tomara su lugar, yo que estaba a la espera no lo pensé dos veces y tomé su lugar, los nervios de la espera me estaban matando, me sentía como en los viejos tiempos antes de un examen final, no sabía como me iba ir, pero no había hacia donde irse tenía que hacerlo tarde o temprano, sin saber el resultado pero tenía que hacerlo, no lo pensé dos veces me aventé al agua, llegue a la roca, la bordee, llegué al otro lado ahí vi que los que estaban frente a mi treparon a la roca del camello, creo que era algo innecesario y podía seguir nadando para llegar a lado izquierdo de la cueva, pero con los nervios no piensas y solo ves lo que hace el de enfrente, después otro compañero nos impulsaba para llegar a la pared de la cueva y desde ahí agarrándonos de las hendiduras de la pared nadamos hasta donde otro compañero nos detenía y de ahí como pudiera nos trepábamos a la pared y de ahí nos agarrábamos de la cuerda, para paso a paso caminar sobre aquella pared de roca resbalosa y llegar por fin a zona segura, donde a un costado se veía la fuerza y velocidad que tomaba el agua por ese angosto paso que por la forma provocaba un remolino.
Ese momento esperando no dudé en sacar mi cámara, aunque ya se veía mojada a pesar de tenerla en una bolsa ziploc adicional, por mi inexperiencia en esas situaciones mis fotos salieron borrosas pero alcancé a capturar un vídeo saliendo del laberinto de agua para subir la pared hacia la zona segura.
Eran ya las 17:30 p.m., la hora que los rescatistas calculaban estaríamos ya a la salida, apenas estábamos a mitad de la gruta, aunque el guía nos comentaba que venía la parte más fácil del recorrido y ya no había nada como los tramos difíciles que habíamos pasado.
Efectivamente el avance de la mitad hacia el tercer cuarto del recorrido transcurrió sin mayores aspavientos, caminando por bancos de arena y rocas con impresionantes paredes de mármol, después sumergiéndonos en pozas de no más de cinco metros de largo y en muchos casos caminando sobre el agua a lo mucho llegándonos hasta los hombros, tal combinación se repetía y cuando el cuerpo se aclimataba al calor corporal de la caminata en tierra firme tocaba sumergirse nuevamente.
Así seguimos hasta que llegamos a una tercera parte del recorrido, ahí el guía solicito un descanso, pues él y quienes lo habían apoyado en los cruces, ya sentían el agotamiento, eran ya casi más de las siete y media de la noche.
Le di el último trago a mi bote de agua, todos se rehidrataban, tomaban fotos, se percibía más la calma en el rostro de los compañeros.
Continuamos el andar, de repente al cruzar algunas pozas, se oía la caída del agua, pero no había mayor peligro, pues en esos tramos caminábamos en tierra firme y bajábamos entre rocas.

Mi olor era fétido, llevábamos ya más de 24 horas dentro de aquellas grutas, ni en mis peores días de higiene personal sentía tan nauseabundo mi hedor corporal, este acrecentaba cuando caminábamos entre agua encharcada que era notable la putrefacción del agua.

El andar entre rocas y luego pozas ya comenzaba a colmarme, sentía un hastío, pero no quedaba opción, el paso no era difícil pero si mi disposición a hacerlo.

El cuello de la playera me comenzaba a irritar, la playera de compresión me estaba lastimando y caminaba agarrando el cuello de la playera para que no me rozara, era incómodo el ardor y ya tenía hasta una hinchazón, temía que pudiera tener alguna infección por el hecho de estar sangrando y que bacterias me infectaran el cuello.

No sé si la desesperación, los cambios de temperatura o la compresión de la playera, pero comenzaba a sentir un punzante dolor en el pecho derecho, si hubiera sido en el izquierdo me hubiera preocupado más por un probable infarto, después fue una presión en ambos costados, comenzaba a complicárseme la respiración, cada vez que lo hacía sentía una presión en los pulmones, quizá empezaba a tener algún tipo de sofocamiento por la desesperación o ansiedad.
El camino se hizo menos desesperante con la plática de los compañeros, compartiendo puntos de vista sobre las rocas que ahí veíamos, geodas, estalactictas, mármol, graba de río, etc., en eso estábamos cuando se siente un aire, pensé que ya estábamos cerca de la salida, pero no, era un aire que se colaba por un par de respiraderos ubicados en el techo de la gruta.
Íbamos subiendo algunas rocas, cuando de repente veo del otro lado lámparas, no eran de los compañeros punteros pues ellos estaban más adelante de nosotros, del lado derecho de la cueva, y las lámparas se veían de lado izquierdo de la cueva. Eran los mismo rescatistas que más arriba habíamos visto, ya estaban de regreso y nos habían alcanzado, junto con ellos venían nuestros tres compañeros.
Me comentaba un compañero que había subido con los rescatistas de lo impresionante que había sido subir con ellos en contracorriente, en 45 minutos habían llegado al punto donde se había extraviado el compañero, un tramo que a nosotros nos llevó 4 horas y media en bajar, ellos en subir no les llevó mi la quinta parte. Me comentaba que hábilmente montaron todo un sistema de iluminación y buscaron durante dos horas sin encontrar nada.
Los rescatistas subían y bajaban de la roca, iban guiándonos para hacer el avance más rápido indicándonos los tramos donde cruzar de forma segura entre el río, ya estábamos cerca de la salida, al menos eso parecía, yo estaba ya hastiado, entrar y salir del río me estaba ya estresando, no le veía fin aquel trayecto, por si fuera poco los dos últimos cruces no fueron fáciles, la corriente del río nos puso en alerta y nos recalcó que hasta el último paso nada es seguro, por lo que agarrados de las manos con otros compañeros fuimos sorteando los dos últimos cruces.
El chillido de los murciélagos anunciaba que ya estábamos cerca de la salida, muy al fondo veía la luz de noche, a 500 metros tal vez, solo faltaba cruzar nuevamente el río, subir unas rocas y ascender para llegar a la salida de la gruta.

Era una emoción impresionante, pero también era un sentimiento confuso, por una parte triste por todo lo acontecido y por otra agradecido de estar ya afuera saliendo de aquella experiencia, no estaba alegre, mucho menos, tenía una seriedad en el rostro y trataba de encontrar palabras y resignación a lo que habíamos pasado.

Nadie gritaba de alegría como hubiera sido quizá en otros casos, cabizbajos y en silencio salíamos de la gruta uno tras otros, ya varios elementos de rescate ahí nos aguardaban.

Por fin salíamos de aquella gruta, eran ya las 21:30 horas, más de 27 horas habíamos estado dentro de aquellas cavernas. Unas escaleras nos conducirían de regreso al mercado de Cacahuamilpa, escuché decir a una compañera que aquella última subida era para que desistiéramos regresar a las grutas.

Ahí ya nos esperaban quienes nos rentaron los equipos, cada quien entregó lo que había rentado: cascos, lámparas, chalecos o mochibotes.
Los rescatistas esperaban a que todos estuviéramos reunidos, aunque algunos ya se habían ido al autobús y otros ídose a duchar.
Los rescatistas nos comentaron la situación del rescate, había sido infructuoso pero al día siguiente intentarían de nuevo hacerlo con más gente y más equipo, para esto nos pedían que nos anotáramos en una lista con nuestros datos de contacto.
Mis billetes estaban mojados, pero no deshechos, sin problemas los aceptó el señor de la última tienda abierta ahí, un jugo y unas galletas era buen aliciente para ese momento.
Me quite la playera, los tenis, las calcetas y decidí dejarme el short todo mojado, me puse los otros tenis que guardaba en la mochila, aunque estaban igual de empapados pero los sentía más confortantes. No sé cuál era mi olor en ese instante, pero juro que no era nada agradable, quizá el mismo de un vagabundo, pero eso ya no me preocupaba en ese instante, lo sentía por el taxista que me llevaría de donde nos dejara el camión hacia el depto, pues tendría que soportar mi hedor en su taxi.
Después de reunir a todo el grupo poco más de las diez p.m. veníamos ya de regreso, se habían quedado en Cacahuamilpa el guía, la prima del compañero extraviado y uno de sus amigos.
Afortunadamente había dejado mi chaleco en el camión y eso me cubrió en aquella fresca noche de regreso, el sueño me venció y cuando me percaté a la 01:30 a.m. ya estábamos sobre Tlalpan casi llegando al metro Ermita, lugar donde el camión nos dejaría.
Ahí cada quien se despidió y abordó el primer taxi a su paso, venía en el Taxi con una compañera y un compañero -quien vive hasta el Estado de México y no había forma que se trasladara para allá a esa hora- pasamos a dejar a la chica a su casa ya que nos quedaba de paso, después de una ducha desinfectante, un café caliente y unas quesadillas fueron buen confort, aunque después de eso la conversación con el compañero sobre lo que vivimos duró hasta las 4:00 a.m.
El sueño me venció, afortunadamente al día siguiente no tenía ninguna junta agendada a temprana hora, por lo que no haber dormido bien en las últimas 48 horas, dormí hasta las 11:00 a.m.
El compañero se había despedido media hora antes.
Aquella semana fue muy difícil volver a la normalidad, se venían las vacaciones de semana santa, pero mi ánimo estaba muy bajo por lo que cancelé todos mis planes, me dolía mucho el pesar de la familia del compañero que se nos había perdido en el río, el solo imaginar como recibieron la noticia su esposa e hijas fue muy difícil de asimilar.
Los días pasaban y no había noticias del compañero, diversos grupos de rescate se sumaron a la búsqueda, buzos, bomberos, policías, diversos grupos de rescate de alpinismo, etc., pero el resultado era infructuoso.
Un viernes recuerdo que había dormido media tarde, cuando recibo el mensaje de un compañero comentándome que Gregorio había sido encontrado, en ese momento imaginé que el cuerpo del compañero había sido rescatado, y eso me daba calma, pues al menos su familia tendría un cuerpo que velar y enterrar, pero mi sorpresa fue aún más grande cuando me comentó que el compañero había sido encontrado con vida. No pude dar crédito a la noticia, pues no imaginaba que tal suceso hubiera sido posible, incluso pensé que era una broma, pero al buscar en google, pude ver la noticia en diversos medios, no podía creerlo, incluso llegué a pensar que quizá Gregorio hubiera entrado en un portal dimensional o algo así, pasaban muchas cosas por mi cabeza.
Más de 6 días Gregorio había estado bajo el río, por lo que más tarde contó a los medios, fue que al salvar a su prima para que no se la llevara la corriente, el se aventó para empujarla hacia la pared de la gruta, aunque eso ocasionó que él se fuera hacía la corriente del río, siendo arrastrado por el río.
Aunque el río en vez de llevarlo hacia el sifón, cayó en una cornisa, donde el quedó atrapado en apenas un metro cúbico pasando encima de él todo el río.
Según narra, ahí estuvo bajo el río pero no podía salir por la fuerte corriente que llevaba el río, tampoco podía ver o escuchar nada más allá de donde estaba atrapado, por lo que en los días que fue buscado no pudo ser encontrado.
Estuvo ahí sin luz ni comida, la única luz era la de su reloj con la que podía ver la fecha, su esperanza era llegar al siguiente fin de semana, para poder ser encontrado por algún grupo de turistas que visitaran el río.
En la última búsqueda que los rescatistas harían antes de dar por desaparecido completamente el cuerpo, el caudal del río disminuyó, por lo que Gregorio al ver luces sobre el caudal del río se atrevió a salir de la cornisa donde estaba atrapado, no importándole que pudiera morir por ser arrastrado por el río, pero al menos su cuerpo sería encontrado.
Los rescatistas al no darse por vencidos por los días que pasaron, en ese sexto día al hacer la búsqueda, pudieron ver la cabeza de un hombre que emergía del río, algunos pensaron que era de un rescatista que no llevaba casco, por lo que el guía del grupo de rescate al acercarse para reprenderlo por no llevar su casco, al alumbrarlo dio cuenta que no era un rescatista, si no Gregorio.
Gregorio pudo salir por propio del río con ayuda de los rescatistas, saliendo por donde entramos a la gruta.
Gracias a la búsqueda incansable de diversos grupos de rescate y guías, en especial al grupo de socorro alpino de México quienes no cedieron en la búsqueda, al igual a su familia que busco la forma para que la búsqueda siguiera.
Gregorio necesito casi un mes para recuperarse, pues por la humedad tuvo ulceraciones en los pies, al igual problemas con la visión al estar mucho tiempo bajo la obscuridad, estando incluso un mes con tapones en los oídos, pues decía que no paraba de escuchar el sonido del río en su cabeza.
Hoy, Gregorio regresa cada año al río subterráneo, para dar gracias por dejarlo salir.
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